lunes, 19 de julio de 2010

Yo trabajo, tú trabajas, ¿él trabaja?


Más de 30 grados. Julio. Supuesta jornada intensiva. Y 116 páginas por escribir en una semana. 
Supuesta jornada intensiva, sí, porque aquí entras a las 9-9 y media, pero nadie sabe cuándo marchas. 
No marcan un horario, pero marcan un objetivo: Tal trabajo tiene que estar listo en tal fecha.
Claro, yo supuestamente puedo marcharme a mi casa a las cuatro, pero si el día "D" el trabajo "X" no está listo... Pues ya sabéis lo que toca.
Me recuerda a la famosa "Ley Fraga" de prensa, de 1966, según la cual, supuestamente, se acababa la censura franquista. ¡Ja-ja-já! Esa ley lo que hizo fue legitimar el peor tipo de censura que hay: la autocensura. Es decir: a ti no te prohibían escribir tal o cual cosa, pero si, una vez escrito, no gustaba, te "secuestraban" el periódico, después de haberte gastado los cuartos en su publicación.
Pues ahora, lo mismo: noooo, mujer, que no tienes que trabajar más que hasta las cuatro. ¡Peeero, tiene que estar listo el día D!
Curioso que esta situación que cuento sólo nos pase, en toda la empresa, a dos personas y curioso que las dos seamos mujeres. Curioso o normal. No lo sé. Porque se ha convertido en normalidad que las mujeres portemos sobre nuestros hombros más trabajo que nadie, sin salir a la calle a manifestarnos, y sin exigir horas extras.
No paro de pensar si es que somos gilipollas o qué demonios nos pasa en el cerebro.
Parece que seguimos aceptando la sumisión como si tal cosa. Tenemos miedo. Seguimos teniendo miedo. Porque seguimos siendo la presa en el punto de mira, esquivando el disparo

No hay comentarios:

Publicar un comentario