jueves, 18 de agosto de 2011

No hay garantías


A veces, en la vida, nos empeñamos en querer creer que estamos dentro de una película que podemos adelantar y retroceder a nuestro antojo, para ver el final (¿de qué, si no, vivirían los videntes que colapsan la tele de madrugada?).
Al ver que eso no es posible, y que en la vida no hay garantías absolutamente de nada (a veces, hasta dudo que haya garantías del propio hecho de estar vivos, y no de estar siendo soñados por alguien), nos empeñamos en querer amarrarlo todo, en querer aferrarnos a una verdad, a algo que nos dé seguridad. A algo que no existe. Y perdemos el tiempo –Dios mío, si lo perdemos– en pensar y pensar, olvidándonos de lo más importante: que estamos aquí dos días, y que hay que aprovecharlos. El peso del pasado y la obsesión por el futuro impiden a muchas personas vivir lo que tienen: el presente. Lo único que sabemos que está ahí.
Por eso, cada vez más, intento exprimir al máximo los buenos momentos, porque no tengo garantías (no las hay) de lo que esos buenos momentos van a durar.
Por eso, cada vez más, escapo de la propia condición humana, del tira y afloja, de los juegos absurdos, para mostrarme tal cual soy. Porque no quiero ocultarme. No quiero engañar. No quiero engañarme.
Es mi forma de querer. Es mi forma de ser. Es mi forma de vivir.
¿No hay garantías? Pues disfruto del tiempo que me dure, pero no perderé más tiempo en pensar cuánto me va a durar.
¿Es tan difícil de entender? SÓLO SE VIVE UNA VEZ!!!!!!!