martes, 7 de septiembre de 2010

La importancia de (hacer) reir

Admito que tengo muy mala leche. ¿Para qué negarlo? Tanto genio que hasta a veces pienso que me he vuelto "asocial", de tanto coleccionar manías.
Pero hasta en esos momentos en que me siento "contra el mundo", hay algo que a veces me salva por completo: que me hagan reir.
La gente que tiene esa capacidad, os juro que me provoca envidia, envidia sana. Porque si reírse es bueno, saber arrancar sonrisas y hasta carcajadas a los otros es una virtud que convierte en heroico a quien la posee.
No exagero.
Una situación de estrés laboral como la que estoy viviendo puede llegar a ponerte al borde mismo de la locura. Me encierro en mí misma, lo admito, y me ahogo no en un vaso de agua (creo que tener que trabajar 15 ó 16 horas al día no es un vasito), pero me ahogo en mí misma, en una espiral de la que no consigo encontrar el extremo de la madeja para empezar a resolverla.
Y entonces, aparece esa persona, esa llamada, ese mensaje al móvil, al facebook, y te lanza como un cohete, con suma rapidez, lejos de tu submundo, y te arranca la mayor de las carcajadas. Hasta la lágrima, que minutos antes salía de tus ojos, pero en el sentido opuesto al que lo hace ahora.
Es un don único. Es un arte. Y, desde luego, una prueba de una inteligencia supina, que los menos listos confunden con la burla. Existe una enorme diferencia entre el sentido del humor y el sentido de la burla. Tanto, que hasta diría que son lo opuesto. El sentido del humor nos da la vida, nos hace reír y olvidarnos por un momento ya no de los problemas, sino del hecho mismo de que tenemos problemas. Es el acto más generoso que existe. Y da fe de una seguridad supina de quien lo practica: he aprendido a reírme hasta de mí mismo. El sentido de la burla, por el contrario, es lo más egoísta y mezquino que existe: soy un tipo tan, tan, tan inseguro, que sólo disfruto fastidiando a los demás, y si puedo ridiculizarles en público, nadie se dará cuenta de que el ridículo soy yo. La diferencia, desde luego, está clara. Y, sin embargo, cada vez nos encontramos más a los burlescos que van de humoristas.
Eso vuelve aún más heroicos a mis artistas particulares, ese amigo, esa amiga, que cuando me ve en la oscuridad más absoluta, siempre encuentra el interruptor de la luz de mis carcajadas.
Gracias.

1 comentario:

  1. Justo lo que tú haces: encender interruptores.
    A pocas personas he conocido esa capacidad tuya de convivir simultáneamente, y con sinceridad, en la intensidad de tantas pieles.

    Perfecta esta descripción:
    "soy un tipo tan, tan, tan inseguro, que sólo disfruto fastidiando a los demás, y si puedo ridiculizarles en público, nadie se dará cuenta de que el ridículo soy yo"

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