viernes, 13 de agosto de 2010

Duele


-¡Qué días aquellos cuando podía volar!
-¿Por qué ya no puedes volar, mamá?
-Porque he crecido, mi amor. Cuando la gente crece se olvida de cómo se hace
("Peter Pan". James Matthew Barrie)

Crees que cierras una etapa, y de pronto hay una ráfaga que abre la ventana de par en par, para que el viento te dé en toda la cara hasta arrancarte lágrimas
Te vi de la forma más estúpida en que se puede encontrar a alguien. Me recordaste y te acercaste. Hablamos tres o cuatro tonterías (el consabido qué es de tu vida y bla bla bla) y ya. Fulminante. Sin tiempo a reaccionar.
No puedo recordar, por más que me esfuerce, qué fue lo que pasó. Por qué perdimos el contacto. En qué momento se produjo esa distancia. Lo pasábamos bien, teníamos yo en ti, y tú en mí, a ese confidente que sólo escucha y nada pregunta. Sin ningún tipo de ataduras. Ése fue el acierto.
He pasado contigo algunos de los momentos no sé si más felices, pero sí, sin duda, más divertidos de mi vida (Dios, la imagen que me venía a la cabeza esa noche, ya en casa, tratando de conciliar el sueño, fue la de aquella mañana en tu moto, de Santa Cristina a La Coruña, yo chillando por la velocidad y tú ya medio sordo...) ¿Qué fue lo que pasó? Probablemente, acabó porque uno de los dos tenía pareja. No lo sé. Honestamente, no puedo recordarlo.
Pero verte fue fulminante. Tardé en reaccionar. Lo confieso. Pero pasados los primeros minutos, rompí a llorar como una niña. No podía parar. Ese encuentro fugaz me trajo no a la memoria, sino de la memoria, una época que yo creía cerrada, "pasada" (de "pasado-presente-futuro"). Y me hizo falta verte para saber que no, que no estaba cerrada.
Fue, hasta ahora, la etapa más feliz de mi vida. Y de eso no tengo ninguna duda. Y creo que por eso lloraba, pero en el momento no podría decir el porqué. Me hiciste revivir un tiempo que ya no está. Y eso, eso duele. Duele una barbaridad.
Llegué a casa a las cinco de la madrugada y me puse como loca a buscar el libro que me regalaste ("Las niñas buenas van al cielo; las malas a todas partes", ¿lo recuerdas?), porque dentro estaba tu carta. La carta que me escribiste cuando cumplí 31 ó 32 años (ni eso recuerdo bien). Pero no lo encontré. Tengo media vida metida en cajas en un trastero... Supongo que como un modo de demostrarme a mí misma que no quiero quedarme en Vigo. No lo sé...
Esa noche no pude dormir. Tenía demasiadas sensaciones en el cuerpo. Y una envolvía a todas las demás: el dolor.
Ahora sólo puedo decir que, si eso es hacerse "vieja", yo me quedo con Peter Pan.

2 comentarios:

  1. Ánimo!. Eso no es hacerse vieja es VIVIR. Y eso es una suerte que muchos no tienen.

    ResponderEliminar
  2. Gracias guapo. No sé qué hubiera hecho sin vosotros...

    ResponderEliminar